domingo, 23 de junio de 2013

La Santísima Trinidad Restaurada


Sin duda toda restauración y en especial las que se realizan en Úbeda, se ponen en entredicho y se miran con lupa y los resultados, por desgracia, son muchas veces desprestigiados de la más destructiva de las formas.

La Iglesia de la Santísima Trinidad, desde los meses de Abril a Mayo, ha llevado a cabo unas obras de restauración en su campanario, del cual unas cornisas corrían riesgo grave de caída, y en su fachada oeste, la cual necesitaba una intervención de limpieza y llagueado.


Consultando el resultado con el responsable de documentación Blas Molina Reyes, he podido cotejar los mismos con el sentimiento popular que ha surgido y creo que el resultado, aunque polémico, garantiza mucho más tiempo la conservación del patrimonio, de este edificio para los ciudadanos, a la vez que se pone a salvo a los viandantes.

En el caso de la Santísima Trinidad además de la crítica popular, parecía que a estas obras no le eran favorables los vientos, pues nada más comenzar a montar el andamio, la polémica ecologista surge al verse afectada la cría del cernícalo por los trabajos de restauración, que por otro lado eran exigidos por las autoridades, dado que las cornisas carecían de sujeción y por tanto había que arreglarla. Indudablemente la restauración era muy necesaria al tratarse de una Iglesia cercana a un colegio público, que además estaba situado en una de las arterias principales de paso de la ciudadanía, por lo cual la amenaza contra los viandantes era bastante clara.

No obstante las obras se han llevado a cabo en un periodo inferior a dos meses, lo cual no deja de ser encomiable y que además ha consistido en la limpieza de la piedra con una solución jabonosa neutra que ha mostrado el color natural de nuestra arenisca que tan característica es. En "restauraciones" anteriores se incorporó al llagueo o como se dice en algunos circulos el junteo, una solución de cemento Portland, que es muy nocivo para la arenisca impidiendo la evacuación de la humedad con lo cual esa intervención sería muy poco afortunada, pues estaba generando más daño que bien al monumento.


La sustitución de las llagas de la piedra, ha sido por un mortero de cal de color blanco, muy destacado que según los expertos, y por otros ejemplos de restauración parace que es verdad, con las inclemencias meteorológicas y el paso del tiempo se terminará asimilando y uniformando.

Además se ha dado resistencia a las cornisas y se ha pensado en uno de los más terribles agentes destructivos, el biológico, en el que una vegetación ejercía un efecto desastroso, y que se ha retirado, además de incorporar medidas para combatir a las palomas, las cuales no agreden, según Blas Molina, al cernícalo, en uno de sus lugares de anidación cumpliendo de esta forma la ley que protege a este ave. 

El escudo de los Austrias con la Cruz Trinitaria, 
"no restaurado"

Quizás la crítica negativa se la tenga que llevar la falta de presupuesto que ha hecho que determinadas zonas se tuvieran que salvar, como nosotros decimos muchas veces, "saliendo del paso" y no pudiendo retocar elementos delicados como el escudo que preside la obra de la fachada, o los capiteles de las columnas, visiblemente destacados y que no se han podido restaurar por no poder utilizar la presión de agua jabonosa, pues se perderían algunos de los detalles.


En las zonas de ausencia de cantería, llamadas lagunas, lo lógico con un presupuesto más amplio sería la sustitución por piedra, pero se ha tenido que emplear la solución de mortero para darles remedio, lo cual pues es algo negativo.


En resumidas cuentas la Santísima Trinidad pese a ese escandaloso y temporal llagueado luce limpia, segura y sobre todo lucirá mucho tiempo. Desde estas líneas felicitar al equipo del arquitecto José María Martos por su intervención y desear que en futuras obras tengan como mínimo esta fortuna, como será la obra del campanario de San Millán que a día de hoy se está llevando a cabo.

Imagen característica subiendo desde la zona intramuros 

Para terminar quiero agradecer a Blas Molina Reyes el haberme facilitado la información para la composición de este artículo.


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