jueves, 7 de febrero de 2013

el Puente Ariza vuelve a estar sumergido (imágenes anteriores al mes de noviembre)




Siendo sinceros, era algo que se esperaba tanto para bien como para mal. Durante el periodo de estío las compuertas del embalse de Giribaile, encargado de anegar este puente, única obra civil de nuestro célebre arquitecto Vandelvira, se abrieron para unas labores de mantenimiento en el embalse y para prepararlo para las previsibles lluvias otoñales, esto puso al descubierto uno de los parajes naturales más bonitos que posee la comarca de la Loma y las Villas, siendo durante más de trés meses posible el hecho de bajar a visitarlo Cosa que por desgracia ya acabó cuando el cierre de las compuertas del embalse nos privó de poder volver a cruzar por su parte superior, estando todo el embalse de nuevo anegado y el paraje sumergido pudiéndose ver a día de hoy solo una mancha marrón en la inmensidad del azul del agua del embalse.


Un puente que es toda una obra de arte de la cantería en la que como único exorno decorativo es una efigie de San Miguel Arcángel que formaba parte del antiguo escudo de Úbeda y que me gusta imaginar que es el símbolo del lugar hacia el que se llega cruzando ese puente, que ligada a una pequeña garita que hay en la parte inferior de ese mismo vano nos indica probablemente que había que rendir tributo para poder cruzar el mismo.






Hay quien dirá que se debía haber desmontado, trasladado a un sitio donde se pudiera conservar preservado del disolvente universal que es el agua, pero yo pienso que el encanto de ese paraje se perdería si nos llevaramos el Puente a un lugar donde Vandelvira no lo diseñó, estaríamos haciéndole un flaco favor al legado de este arquitecto tan fantástico y nos olvidaríamos de un lugar emblemático en su conjunto y no por un solo monumento; lugar en el que Diego de los Cobos obispo de Jaén emulando a su antecesor Alonso Suárez de la Fuente del Sauce comunicó la Loma y las Villas con las Tierras de los Condes de Santisteban facilitando el camino hacia Toledo, un lugar en el que San Juan de la Cruz suplicó unos espárragos en sus últimos días de vida, un lugar en el que un arquitecto tuvo a bien aprovechar antiguos vestigios de construcción para elevar un puente que incluso con miles de toneladas de agua rodeándolo no sean capaz de verse sumergido y derribado.




El hecho de que el Puente esté sumergido, hace que nos acordemos de él



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